jueves, 10 de julio de 2008

Pueblos indígenas: ¿cuál desarrollo?

CARLOS GONZÁLEZ GARCÍA

La reciente reunión del Congreso Nacional Indígena, realizada en la comunidad wixárika de Mesa del Tirador, municipio de Bolaños, Jalisco, los pasados días 5 y 6 de julio, puso en evidencia, una vez más, que las políticas públicas en su parte sustancial impiden que los pueblos indígenas alcancen un efectivo desarrollo sobre la base del ejercicio de sus derechos. La larga lista de denuncias que en dicho cónclave presentaron los pueblos indígenas, desde Baja California hasta Oaxaca, incluyendo en primerísimo lugar las amenazas y provocaciones militares y paramilitares en contra de las comunidades zapatistas de Chiapas, permiten observar con meridiana claridad que en las regiones indígenas lo más que se acumula son miseria, inequidad y descontento.

De este modo, el gobierno de Felipe Calderón y, por supuesto, los diversos gobiernos locales no han hecho otra cosa que aplicar las recetas indigenistas de sus predecesores consistentes en repartir dádivas, menoscabar derechos y profundizar el despojo y la explotación de las comunidades por parte de un sistema que durante más de 500 años se ha empeñado en conquistar, arrinconar y destruir a los pueblos originarios que, tal como irónicamente lo establece la Constitución federal, son el sustento de la composición pluricultural de la nación.

Resulta que los pueblos indígenas mexicanos, sumidos en la pobreza absoluta y presos de las políticas neoliberales que tanta migración y desarraigo han provocado, no pueden organizar libremente su desarrollo, pues, un día tras otro se ven empeñados en defenderse de las arbitrariedades y abusos que les imponen las decisiones gubernamentales y la codicia de los poderosos.

Efectivamente, la comunidad wixárika de Santa Catarina Cuexcomatitlán, que durante años batalló por que los funcionarios de la Procuraduría Agraria no le impusieran el “voluntario” Programa de Certificación en Comunidades, desde hace ya varios meses lucha contra del proyecto carretero Amatitán-Huejuquilla el Alto que los diversos niveles de gobierno han querido ejecutar dentro de su territorio. Lo mismo ocurre en las restantes regiones indígenas del estado y del país: mientras la tribu yaqui exige la cancelación del megaproyecto conocido como Escalera Náutica o Mar de Cortés, que convertirá tan estratégico mar en una cloaca del imperio yanqui, los pueblos indígenas de Oaxaca sortean como pueden el represivo régimen de Ulises Ruiz.

Por un lado los nahuas de Manantlán exigen se ponga freno al despojo ilegal y despiadado de sus recursos naturales por parte de poderosas empresas mineras italianas, chinas e hindúes; por otro lado la comunidad wixárika de San Sebastián Teponahuaxtlán, Jalisco, empieza a reaccionar en contra del proyecto carretero Amatitán-Huejuquilla el Alto y las comunidades indígenas de Michoacán se quejan de los nuevos nodos carreteros que los gobiernos federal y local pretenden desarrollar tanto en la costa nahua como en la Meseta Purépecha con la finalidad de potenciar y conectar el corredor Manzanillo-Lázaro Cárdenas con el norte del país y el centro de Estados Unidos.

Cuando en Tuxpan, Jalisco, la comunidad nahua sufre la rapacidad de las agromaquilas trasnacionales que privatizan las tierras ejidales, destruyen la naturaleza y someten a sus trabajadores a las peores condiciones laborales, en Ensenada, Baja California, los kumiai relatan el despojo gradual de sus milenarios territorios, robo que lleva aparejado el desprecio absoluto por los seres humanos y la Tierra.

No en balde el manifiesto que produjo la asamblea indígena establece que “en contra de la salvaje destrucción que el capitalismo neoliberal impone a toda la humanidad, nuestros pueblos, tribus y naciones sueñan, proponen y construyen un mundo distinto sobre las bases del respeto y la protección de la madre Tierra y la continuidad de la vida, la preservación de nuestra identidad y el fortalecimiento de nuestra organización comunal opuesta a la organización capitalista de la sociedad que mercantiliza la vida. El daño que se le ha producido a la madre Tierra es demasiado grande y nuestra lucha es para detener la siembra de tanta muerte”.

No deja de resultar importante que aun cuando los sucesivos gobiernos nacionales han buscado cancelar el desarrollo y el futuro de los pueblos indígenas, éstos no se doblegan y sueñan un futuro nuevo para todos.

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